La tercera Davis consecutiva se levanta en Bolonia, sin Sinner pero con épica colectiva
Cuando las luces del Super Tennis Arena se encendieron, muchos esperaban a Sinner. Pero lo que encontraron fue algo más profundo: un equipo que ya no necesita al héroe de turno para imponer respeto. Tres Copas Davis consecutivas, algo que Italia jamás había logrado, son prueba de que el proyecto Volandri dejó de ser promesa para convertirse en estructura.
Matteo Berrettini, redimido en la madurez, volvió a su mejor versión. Sin estridencias, sin épica impostada: apenas precisión quirúrgica para desarmar a Pablo Carreño Busta en menos de hora y veinte. Dos quiebres en los momentos exactos y un gesto sobrio al final, como quien recuerda —sin decirlo— que nunca se había ido del todo.
Flavio Cobolli, en cambio, atravesó el camino opuesto: del naufragio inicial al estallido final. Perdió el primer set 6-1 ante Jaume Munar y, tras ceder su servicio al inicio del segundo, parecía encaminado a una derrota sin matices. Pero Bolonia rugió, el chico reaccionó, y el partido se transformó en un péndulo emocional digno de un domingo de Serie A.
El segundo set fue una guerra larga y nerviosa, interrumpida incluso por un incidente médico en la tribuna. Cobolli salvó cinco puntos de set, empujó al tie-break y ahí se tomó el derecho a creer. Munar perdió la calma, el estadio ganó temperatura, y Roma —al menos la Roma tenística— tuvo su pequeño Coliseo portátil.
En el tercero, el suspenso se extendió hasta el 5-5, cuando el italiano metió presión de derecha y quebró. El juego final, servido con pulso firme, completó la obra: Bolonia explotó en un “campeones del mundo” que ya es costumbre.
En un país donde el fútbol se ha convertido en un territorio de lamentos, el tenis ofrece algo parecido a la promesa: trabajo, talento y resultados verificables. Angelo Binaghi lo sabe. Por eso habla de “igualar derechos” con la selección de fútbol y de poner a Cobolli, Berrettini y compañía en la pantalla grande, la misma que la RAI reserva para la pelota número uno.
Italia ganó sin Sinner. Y eso, en esta era, es la noticia más luminosa de todas.
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