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Torino, 14/07/2025
Crónica de nuestro enviado especial que, al llegar al torneo, encontró menos Roland Garros y más… jardín de infantes.
Crónica de nuestro enviado especial en el arranque del Nord Tennis 2025, donde el tenis se mezcla con el caos dulce de un campamento de verano.
El primer impacto fue curioso: una atmósfera ligera, casi improvisada, donde los jugadores aún no figuran en Wikipedia y algunos voluntarios parecían recién bajados del tren por error. Entre toldos, planillas manuscritas y una espontaneidad que rozaba el surrealismo, el torneo comenzaba a desplegar su encanto.
La organización aún buscaba el ritmo. Algunos dirigentes estaban ocupados —o bien delegaban con estilo en asistentes eficientes y sonrientes— mientras otros se dejaban ver fugazmente entre los pasillos. Los cronistas de guerra que llegamos en busca de acción tuvimos que aguzar el oído y la vista: los partidos sucedían casi en secreto, como joyas escondidas en un jardín desconocido.
Pero el tenis, cuando aparecía, se hacía notar. Buenos peloteos, esfuerzo genuino, y esa sensación inconfundible de que aquí, en estos días borrosos y simpáticos, también se está gestando el futuro.
No será Wimbledon ni un ATP 500, pero este Nord Tennis tiene lo suyo. Tiene humanidad, desorden con afecto, y un aire a “todo por hacerse” que —si se canaliza bien— puede ser su mejor virtud.
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