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Roma,10/05/2025
Por “Pepe Fuera de Juego”
Después de tres meses sin competir, el pelirrojo más querido del circuito volvió a las canchas como quien regresa al barrio: con aplausos, color naranja y un público que lo esperaba como si fuera la pascua en el supermercado. Jannik Sinner, el número uno del mundo y orgullo del tenis italiano, reapareció en la segunda ronda con una victoria sabrosa ante el argentino Mariano Navone, quien bastante hizo con aguantarle el ritmo a una multitud vestida de ensalada.
El estadio lo recibió como a un rockstar vegano. Camisas naranjas por doquier, banderas, gritos y los infaltables Carota Boys, ese grupo de fanáticos que, sin miedo al ridículo (y con bastante calor), se disfraza de zanahorias para alentar al campeón. Algunos incluso aseguran que una señora del tercer anillo lanzó una bolsa de verduritas baby al aire durante el segundo set.
Sinner salió a jugar como si el descanso le hubiera renovado las pilas. Su derecha, afilada como rallador de parmesano, y su revés, más preciso que una receta de la nonna. Navone, por su parte, entró con ganas, pero no logró romper la cáscara del italiano, que lo despachó en sets corridos, aunque con estilo: ni una palabra de más, ni una queja, apenas una sonrisa tímida y un saludo respetuoso al rival.
Para el público fue una fiesta. Para los Carota Boys, un reencuentro emocional. Y para el circuito, la confirmación de que el número uno no se oxida, sólo se toma un respiro… y vuelve más jugoso que nunca.
Bonus track: al salir del estadio, un niño preguntó si Sinner realmente comía tantas zanahorias. Un periodista acreditado (de esos que sólo comen en el buffet) respondió: “No lo sé, pero seguro nunca se le empañan las gafas.”
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